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Barack Obama: un líder con educación de excelencia
Foto: jamesomalley
El mundo se encuentra eufórico con el triunfo de Barack Obama en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos. Y no es para menos. Un joven político, heredero de una rica mezcla racial y cultural, regirá los destinos del país más importante de la tierra, en medio de la que parece será la peor crisis económica desde la gran depresión de los años treinta. Hacía mucho tiempo que la opinión pública no sentía la fuerza de un liderazgo transparente, con una alta dosis de idealismo, pero a la vez enfocado en los problemas concretos que deberá enfrentar como presidente.
La elección de Obama es el triunfo de las ideas, los principios y las convicciones. Cuestionado hasta el último momento por su relativa falta de experiencia, logró transmitir al electorado una visión de esperanza para cambiar aquellas cosas que deben cambiar, en su país y fuera de él. “Sí podemos” fue la consigna central de su campaña.
Obama que nació en Hawai, vivió con su madre y su padrastro en Yakarta, estudiando en escuelas locales de los 6 a los 10 años, y luego con sus abuelos maternos en Honolulu donde estudió en la escuela Punahau School, donde terminó la secundaria. Después de terminar su bachillerato estuvo durante dos años en el Occidental College en Los Angeles, después se trasladó a la Universidad de Columbia en Nueva York a la carrera de Ciencias Políticas, con una especialización en Relaciones Internacionales, obteniendo una Licenciatura en Artes Liberales.
Trabajó durante cinco años y fue aceptado para ingresar a la escuela de derecho de Harvard. Allí se destaca muy pronto; dirige la revista de la facultad y se gradúa como Doctor en Jurisprudencia, con los más altos honores, magna cum laude. Como él mismo lo ha explicado, sus estudios universitarios fueron posibles gracias a créditos y becas, pues las posibilidades económicas de su familia no le permitían costear el tipo de universidades a las que asistió. Es el mismo caso de su esposa Michelle.
Obama entiende muy bien, por experiencia propia, el valor que una educación de excelencia representa para ampliar el horizonte de un joven sobresaliente y permitirle llegar tan lejos como la dimensión de sus sueños y ambiciones. Y por esa razón, en su campaña le otorgó una importancia especial al mejoramiento de la educación pública y a la necesidad de ampliar los esquemas de crédito y becas que permitan el acceso a la educación superior de calidad a un mayor número de jóvenes. Esta es la manera de “nivelar la cancha de juego” para los jóvenes de los estratos socioeconómicos más bajos, expresión que indica gráficamente la búsqueda de mayor equidad en la sociedad.
Debemos aprovechar este ejemplo personal para reflexionar sobre el caso de nuestro país, en relación con la calidad de la educación. Y más específicamente, sobre qué debemos hacer para que un número creciente de nuestros jóvenes sobresalientes de los niveles socioeconómicos más bajos, tengan una educación escolar de alta calidad y puedan ingresar a universidades de excelencia, para así aprovechar todo su potencial.
Los talentos excepcionales, las mentes brillantes, son un activo valiosísimo de cualquier sociedad moderna. Estamos en la era del conocimiento, en la que el capital intelectual es incluso más importante que las otras formas de capital. Por lo tanto, debe constituir una prioridad ampliar los esquemas de crédito y becas que hagan posible el acceso de nuestros bachilleres más destacados a las mejores universidades del país, independientemente de las posibilidades económicas de sus familias. Y que una vez graduados, puedan salir a cursar especializaciones en las mejores universidades del mundo. Los beneficios serán enormes, una vez que estos profesionales se incorporen a la construcción del país que soñamos.
Si bien existen iniciativas y esfuerzos en este sentido, por parte de entidades como Icetex y Colfuturo y universidades como Los Andes, las necesidades exceden en mucho su capacidad. Por lo tanto, habrá que ser imaginativos para dotar de mayores recursos los diferentes programas. Es un reto grande, al cual debemos responder, en sintonía con el momento presente: “Sí podemos”.
Por Alberto Espinosa
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