Por: Alberto Espinosa López
La verdadera educación comienza con la transformación de nosotros mismos, parte de comprender la vida, comprendernos, entender que somos parte de un universo y que cada ser en el universo tiene su propio significado y busca descubrirlo y realizarlo. La verdadera educación enseña a recibir y dar afecto y forma seres humanos capaces de responder las preguntas fundamentales de la vida para llegar a ser plenamente humanos.
Los padres y educadores, consciente o inconscientemente, transmiten sus creencias y valores al niño o joven, a través de sus actitudes, comportamientos y de las respuestas que dan a las preguntas fundamentales de la existencia.
El buen educador promueve e impulsa la curiosidad, la investigación, la búsqueda y la comprensión de:
1. Distintas creencias, culturas y civilizaciones.
2. La forma como la humanidad ha aprendido, mejorado y progresado.
3. Los logros, éxitos, errores y fracasos de los que lo han precedido.
4. Las oportunidades y amenazas que se le presentan al estudiante en su entorno y en su momento.
Todo esto le permite al estudiante conocer, analizar, cuestionar, reflexionar, meditar, confrontar hasta encontrar sus verdades, sus respuestas, sus convicciones, que serán las que darán sentido a su vida, le permitirán encontrar la razón de ella y su misión, sus ideales, sueños, definir la visión de a dónde quiere llegar, qué quiere que haya pasado al final de su vida, cuáles son sus áreas de desarrollo personal, sus metas, estrategias y acciones clave para lograrlas.
La profundidad de estas creencias y convicciones, la forma como comprende el universo, el hombre, la vida, es la clave de las motivaciones, actitudes y comportamientos del individuo, pues si él ha encontrado las respuestas a las preguntas fundamentales y se ha apropiado de ellas, será un ser apasionado, entusiasta, alegre, vivirá plenamente cada día y avanzará hacia su plena realización.
Padres y educadores tienen que comenzar por sí mismos, no pueden transmitir lo que no son, tienen que ser seres humanos maduros y ejemplares que han recorrido el camino para poder guiar y orientar al estudiante, tienen que tener respuestas claras, coherentes y contundentes a cada pregunta y comportamientos consistentes con pensamientos y discursos.
El rector y el equipo directivo de la institución educativa tienen un papel fundamental, pues son los que crean la cultura institucional, las creencias, valores, actitudes y comportamientos que se promueven como organización.
Lo que ellos son como seres humanos sirve de ejemplo para todos los demás, la forma como se relacionan entre sí y con los otros maestros y estudiantes es el modelo para que los demás los sigan, los valores de respeto, puntualidad, exigencia y excelencia que ellos viven y comparten se irrigan a toda la institución.
Hay que aclarar que las creencias y valores de la institución educativa, aunque inspiran y orientan a los estudiantes no deben ser una imposición, ni reemplazan el proceso de aprendizaje, análisis, evaluación, maduración y definición que cada estudiante tiene que hacer para definir sus propias creencias, valores, filosofía y proyecto de vida.
Conocernos y comprendernos implica identificar nuestras creencias, valores, deseos, gustos, motivaciones, sueños e ideales, descubrir cómo queremos vivir nuestra vida, quiénes somos, dónde estamos, a dónde queremos llegar, qué sociedad, qué mundo queremos construir.
La transformación se da mediante vivencias, experiencias, en el proceso de compartir, convivir, comprender diferentes seres humanos, sus enfoques, actitudes y comportamientos. Desde la relación con la madre el ser humano empieza a formarse y en cada nueva vivencia se va transformando, tiene la capacidad de analizar, cuestionar y reflexionar para llegar a aprovechar todas sus potencialidades y ser lo que quiere llegar a ser.
Los padres y maestros abren las puertas para que el niño o joven explore el destino que quiere alcanzar y los caminos para llegar a él. Con su ejemplo lo guían y orientan para que adquiera conocimientos, analice y evalúe historias de vida, seres humanos ejemplares e indeseables, culturas, civilizaciones, tradiciones, costumbres, hábitos, formas de relacionarse e interactuar, actitudes y comportamientos deseables o rechazables. Corresponde a cada uno decidir la forma de aprovechar estas experiencias para construir su futuro, aceptando lo que comparte y cambiando lo que le parece inadecuado.
Una educación con sentido forma seres humanos maduros, responsables de sus actos, de su vida, que comprenden, son, viven y trascienden, capaces de transformar su entorno, que tienen una filosofía y un proyecto de vida claros y un proceso de mejoramiento personal efectivo que los conducen al logro de sus metas e ideales. Para lograr esto se requiere la participación, compromiso y dedicación de toda la sociedad: padres de familia, maestros, directivos, gobierno, empresarios, universidades, medios de comunicación y todos los líderes tienen que aportar lo que les corresponde para transformar el sistema educativo.
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