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Educar para…
Foto: datarec
Desde sus inicios en la Fundación Empresarios por la Educación nos hemos preguntado: ¿Educar para qué?
Y la respuesta ha sido para la equidad, para darles las mismas oportunidades a todos los colombianos, para formar seres humanos capaces de comprender el mundo, comunicarse, convivir y entender la forma de satisfacer las necesidades humanas.
Sabemos que la educación es el camino para aprender a ser humanos, para aprovechar la herencia cultural de la humanidad, el conocimiento y la experiencia recogidos a través de los siglos.
Anne-Marie Drouin-Hans en su libro “La educación, una cuestión filosófica” hace las siguientes reflexiones:
“Desarrollar la humanidad es comenzar por proteger al ser frágil que es lanzado al mundo y llevarlo poco a poco a la autonomía. Lograr que sea un ser moral, capaz de orientarse entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, escoger con la razón y dominar los impulsos.
Educar es hacer fructificar el espíritu, es sacar lo mejor de cada uno, de su esencia, de su creatividad, de su capacidad de desarrollo, de ser, amar, dar, compartir, construir y transformar.”
Cuando hablamos de formar seres humanos estamos hablando de ofrecer las condiciones para que cada uno se responsabilice de su futuro y de aportar al mejoramiento de su comunidad, esto requiere padres, maestros, rectores y TODA la sociedad comprometidos para que el niño y el joven aprovechen todas sus potencialidades y avancen hacia su plena realización.
El punto de partida es definir si queremos formar seres humanos responsables, autónomos, seguros de sí mismos, que se construyen día a día, que aprenden, mejoran y progresan o seres dependientes, limitados, débiles que sólo esperan que otros les resuelvan sus necesidades y dificultades.
Seres con creencias inspiradoras, sueños, actitud positiva, entusiasmo, alegría, responsables de sus actos, de su futuro, del mejoramiento de su entorno, agentes de cambio, líderes transformadores o personas limitadas, inseguras, dependientes, que solo esperan regalos, auxilios y subsidios porque son incapaces de valerse por sí mismos. Hay que definir si queremos siempre “regalar el pescado o enseñar a pescar”.
Se trata de que el niño o el joven aprenda a pensar, analizar, reflexionar, cuestionar cada momento, cada faceta de su vida: ¿por qué hace lo que hace? Comprenda ¿Quién es? ¿Cómo es? ¿Dónde está? ¿De dónde viene? ¿Para dónde va?
Sea capaz de definir su filosofía de vida, sus:
- Creencias, que cree sobre: el universo, el hombre, la vida, la sabiduría, la felicidad, el afecto, las motivaciones, la libertad, etc.
- Valores, a qué le da valor: respeto, responsabilidad, solidaridad, determinación, excelencia, honestidad, justicia, etc.
- Misión: ¿Cuál es la razón de ser de su vida? ¿Cuál es el sentido de su vida? ¿Por qué vale la pena vivir? ¿Qué puede aportar? ¿A quién? ¿Qué huella quiere dejar? ¿Qué legado?
- Visión: ¿A dónde quiere llegar? ¿Cuáles son sus sueños e ideales? ¿Cómo quisiera verse al final de su vida? ¿Qué quiere haber logrado en 20, 10, 5 años?
Para que sobre esos cimientos pueda construir un proyecto de vida para cumplir su misión y alcanzar su visión, definiendo áreas clave de desarrollo personal, indicadores, metas, estrategias y acciones para lograrlas y un proceso de mejoramiento que le garantice que las cumple.
Esto implica padres, maestros, rectores y toda la sociedad comprometidos en cambiar el sistema educativo, cada uno tiene sus responsabilidades, y todos tienen que compartir el propósito final, cada uno tiene que ser consciente que con su ejemplo está formando o confundiendo al niño o joven, los rectores pueden ejercer el liderazgo de convocar, orientar y dirigir y toda la comunidad apoyarlos en esta gran transformación.
El rector comienza por ser ejemplo de ser humano con filosofía y proyecto de vida claros y coherentes que le permiten tener competencias, actitudes, hábitos y comportamientos que inspiran y orientan al equipo directivo y a toda la comunidad para transformarse y crecer como seres humanos integrales. Los maestros siguen su ejemplo, aprenden, se desarrollan, mejoran cada día, orientan a estudiantes y a padres de familia para que toda la comunidad avance en el mismo sentido.
Si realmente queremos transformar el sistema educativo para formar seres humanos responsables, como se ha planteado, es indispensable que los líderes sociales, políticos, espirituales, empresariales participen activamente, cada uno en lo que le corresponde, orientados a ofrecerles a todos los niños y jóvenes las oportunidades para aprovechar sus potencialidades y asumir los retos de construir un país sostenible con desarrollo económico, social y ambiental.
Por Alberto Espinosa López
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